El valor del
profesional reside en el conocimiento que tiene de las cosas y sobre
todo, en su actitud por aprender. Cada persona se ha convertido en
una microempresa. Con Internet todas las ideas e innovaciones se
multiplican exponencialmente. Una iniciativa encuentra respuesta
inmediata, y esta, a su vez, genera una cadena infinita de
conclusiones. Vivimos en un estado de desbordamiento. Quien mira
hacia atrás se convierte en una estatua de sal. Un individuo con un
ordenador puede ser una bomba de relojerÃa. A las empresas ya no
les interesa el pasado. Solo están proyectadas hacia el futuro.
Por fin se
entiende que el valor del individuo, en el mundo profesional, reside
en el conocimiento que posee de las cosas. No estamos ante la
sociedad de la información, sino ante la sociedad del conocimiento.
Cada persona se convierte en una microempresa que presta sus
servicios. Internet pone a disposición de todo profesional una
cuenta de correo electrónico y una pagina web. Esto es: un medio
para dirigirse, personalmente, a cualquier persona y un medio de
comunicación masivo. Con la Red el poder se traslada al individuo.
Ãsta es la autentica revolución. La persona se sienta ante el PC,
y desde ese momento, puede tratar de ordenar el mundo, según su
criterio. Existen, si, barreras que parecen insalvables, pero cuando
antes la persona ha tenido ante si la posibilidad de cambiar las
cosas?
Un profesional
con una cabeza creativamente explosiva devasta todo un sector. Un
tipo con un ordenador puede ser una bomba de relojerÃa. Si se unen
dos personas de las mismas caracterÃsticas, el efecto se
multiplica. Tres son ya toda una revolución.
PodrÃa uno
quedarse satisfecho, pero en cuanto comprueba que enseguida recibe
nuevos aportes, puntos de vista e ideas por parte de otras personas,
se ve obligado a reaccionar, y asà comienza una cadena infinita que
amenaza con hacernos enloquecer.